
Dicen que la muerte es justa… sí, señor. Apenas tomó a mi primo Agripino y allí le pude poner prueba. El mismo día que falleció, falleció también el hijo de Don Fulgencio, el de los Vargas, mi vecino.
Mala suerte para mi tía, que el mismo día se le venció una letra, y cuanto no le importó su pena a Don Fulgencio que le cobró quesque porque él también tenía necesidá por los gastos del sepelio, que necesitaba efectivo, que los entierros son muy caros y cosas de esas; así que mi tía, viuda de mi tío y ahora huérfana de hijo, empezó a vender sus gallinitas. Sí, cuando hay fallecido, todos tenemos necesidá.
Mi tía acomodó como pudo en su casa. Por pequeña su casa consideró usar los velatorios del hospital, pero le dijeron que no tenían disponibles. ¡Por esta que así le dijeron cuando los pidió fiado!
Don…
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