
La humanidad ha agotado ya su presupuesto anual ecológico en menos de 8 meses, según los datos de la Global Footprint Network, la organización mundial y socia de WWF que analiza la evolución de la Huella Ecológica. Este martes ha sido el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra que marca el punto en que nuestra huella ecológica supera la capacidad del planeta para regenerar lo que se consume. Esta fecha, que actúa como indicador de la velocidad a la que nos estamos «comiendo el planeta», cada vez se produce antes. En el año 2000 el día fue el 1 de octubre, y este año ya ha sido en el 19 de agosto.
«La naturaleza es la base de nuestro bienestar y prosperidad, pero estamos abusando de los recursos limitados de la Tierra» advierte Marco Lambertini, Director General de WWF internacional. Y añade: «Si queremos construir un futuro para nuestros hijos, debemos conservar el capital natural que nos queda, y administrar de forma sostenible los recursos de éste, nuestro único hogar, el Planeta».
A partir de la información sobre la Huella Ecológica que mide la cantidad de recursos naturales del Planeta que se consume por país, el Día de la Sobrecapacidad de Tierra es una oportunidad para tomar conciencia y adoptar medidas para luchar contra el consumo desmedido de los recursos naturales.

A finales de septiembre, la organización de conservación de la naturaleza WWF lanzará el Informe Planeta Vivo 2014, la décima edición de la publicación bianual insigne de WWF. El informe analiza la salud del planeta y el impacto de la actividad humana sobre los recursos naturales.
«Si bien la tendencia actual demuestra que la humanidad está abusando de la capacidad del planeta para abastecernos, todavía estamos a tiempo de tomar medidas contundentes y construir un futuro basado en un consumo sostenible de los recursos naturales» afirma Lambertini.
En el año 1961, cuando se fundó WWF, la humanidad consumía tan solo 2 tercios de los recursos naturales disponibles en el Planeta. En ese mismo año, la mayoría de los países todavía tenían saldo ecológico positivo, es decir, que su huella ecológica era mucho más pequeña y sostenible. Los actuales niveles de consumo se han disparado y actualmente la Tierra está totalmente fuera de los límites sostenibles y en la actualidad se necesita un planeta y medio para abastecer las necesidades de consumo de la humanidad. Si mantenemos esta tendencia, se llegarán a necesitar al menos 3 planetas para satisfacer la demanda en 2050. En este país, se consume actualmente el equivalente a 2,8 Españas para abastecernos.

La superficie forestal cada vez es menor, los recursos naturales hídricos son cada vez más escasos, la calidad de la tierra se está degradando y la diversidad biológica se está esquilmando. A la vez, la dependencia de los combustibles fósiles genera emisiones de C02 que el planeta es incapaz de absorber.
Según explica WWF en un comunicado, si se actúa ahora todavía se puede revertir esta tendencia. «Todos tenemos un papel fundamental en la creación de un futuro dentro de los límites ecológicos», afirman.
Para la organización «el cambio debe comenzar por modificar nuestros hábitos de consumo. Si elegimos consumir marisco y pescado con el sello MSC y productos derivados de la madera certificados (FSC) estaremos garantizando y contribuyendo con el origen sostenible de estos productos«. A su vez, WWF afirma que es necesaria una apuesta global por un modelo energético basado en las energías renovables, para reducir el nivel de emisiones que contaminan el aire y están afectando a los bosques y océanos.

Los seres humanos condenados a la extinción
La mayor parte de las especies que han vivido sobre nuestro planeta han desaparecido . Parece ser parte del juego evolutivo. En cualquier caso, la especie humana está destinada a su aniquilamiento por acción externa ( asteroides asesinos o supernovas) o propia, debido a una pésima gestión de los recursos naturales, y con ella tal vez el resto de los seres vivos.
Obviamente, el primer condicionante de la vida sobre la Tierra es el propio Sol. Desde su actividad magnética, que es moderada, pasando por su estabilidad como estrella (su luminosidad apenas cambia, incluso en largos plazos de tiempo), el Sol proporciona energía de manera segura al planeta. Pero no siempre será así. Eventualmente agotará sus propios recursos energéticos, el hidrógeno que domina su núcleo, y comenzará una expansión rápida de sus capas más exteriores, que lo llevará a engullir los dos planetas más interiores del Sistema Solar, Mercurio y Venus, convirtiéndose en una estrella gigante roja durante ese proceso. Probablemente la Tierra será salvada de esta catástrofe, aunque será un triste consuelo, ya que el extraordinario aumento de la luminosidad de nuestra estrella hará que la cantidad de energía que se deposite en la superficie terrestre sea tan grande que la vida desaparecerá, junto con su atmósfera y sus mares. Después de una etapa relativamente breve, estas capas exteriores del Sol serán expulsadas, dando lugar a la formación de una nebulosa planetaria, mientras que el núcleo se convertirá en una enana blanca.
Pero, ¿donde estará Dios?

Dios y el mal: ¿un dios cruel, incompetente o inexistente?
Siempre me ha sorprendido, mirando los desastres de la humanidad, del pasado y del presente, que los creyentes de las 3 religiones monoteístas sigan creyendo en un dios bondadoso y omnipotente. Si pensamos por un momento en Auschwitz (tomando como ejemplo uno de los mayores crímenes contra la humanidad), llegaremos inmediatamente a la conclusión de que Dios, si existe, no es omnipotente, o de que, si existe, es onmipotente y verdaderamente malvado y cruel. Blumenthal sostiene la tesis de un “Dios cruel”, lo que me parece muy lúcido (ver Dios, el mal y otros ensayos, Manuel Fraijó, 2004).
Personalmente, pienso que la idea de un dios bondadoso y omnipotente resulta un insulto hacia el mismo dios (¿incompetencia, masoquismo o esquizofrenia?) y un insulto, sobre todo, hacia las víctimas. Tomando como ejemplo las barbaries cometidas en la Segunda Guerra Mundial, quien piensa en Auschwitz-Birkenau (1.100.000 víctimas), piensa también en otros campos de exterminio y concentración: Treblinka (850.000 víctimas), Belzec (435.000), Mauthausen (300.000), Sobibor (250.000), Chelmno (155.000), Madjanek (80.000), Dachau (32.000), en las masacres de Rumbula, Liepaja y Babi Yar, y en el total de víctimas del Holocausto a manos de los alemanes (11 millones: 6 millones de judíos, 220.000 zíngaros, 3 millones de polacos no judíos, 5.000 – 15.000 homosexuales, 250.000 alemanes y austríacos discapacitados, 2 millones de prisioneros de guerra soviéticos…) que fueron masacrados, mutilados y gaseados. La idea de un dios bondadoso y omnipotente no sólo parece absurda sino que, recordando a las víctimas, es una tesis que no puede defenderse sin insultar tanto sufrimiento y barbarie. Como ejemplo magistral de barbarie, atrocidad e injusticia no sólo tenemos el Holocausto “europeo”, sino también el espeluznante y olvidado Holocausto “asiático” (20 millones de víctimas a manos de los japoneses: exterminio, entierro de prisioneros chinos vivos, violaciones, matanzas y masacres de mujeres y niños -no olvidemos la masacre de Nanjing, 1937-), y otros hechos sangrientos: los Gulags bajo el régimen de Stalin (20 millones de víctimas), las barbaries de la Italia fascista de Mussolini, Hiroshima y Nagasaki, Vietnam, Corea, el genocidio armenio (1,5 millones de víctimas armenias a mano de los turcos), la brutal represión en las colonias, la esclavitud, la Inquisición, las Cruzadas, la “conquista” de América y la destrucción de los pueblos indígenas… Y más recientemente: Bosnia, Ruanda (1994: 800.000 víctimas en 100 días), las dictaduras latinoamericanas, el terrorismo islámico… ¿Dónde estaba Dios? ¿Sentado impasible, o regocijándose de tanta sangre? ¿No estaría, tal vez, en ninguna parte?
